El Cerrillo, ingeniería para la supervivencia
Foto: Cerrillo y albaidas © JBA
No es difícil lanzar la mirada atrás y recordar las elevadas temperaturas que hemos soportado este verano, inusuales incluso en nuestro clima mediterráneo. A esta severidad ambiental se ha unido el retraso en la aparición de las lluvias otoñales (mientras se redacta este artículo aún no han hecho presencia). Aún así, la mayoría de las plantas siguen ahí, resistiendo. Así lo hace la protagonista de este artículo, una planta muy común en el Parque que, a pesar de su abundancia y su amplia distribución, es bien poco conocida: el cerrrillo o triguera (Hyparrhenia hirta).
Para sobrevivir a este estrés ambiental, nuestra flora ha conseguido muchas y diversas adaptaciones morfológicas que nos son habituales, pero esta planta no expone ninguna de ellas: ni cubre sus hojas de pelos, ni de colores blanquecinos, ni las repliega para cubrir los estomas, ni desarrolla espinas… su secreto no está tan a la vista. Pertenece al grupo de plantas cuyas yemas entran en letargo en verano para rebrotar cuando las condiciones ambientales resulten favorables y es durante esa senescencia estival cuando sus hojas, habitualmente de un color verde pálido y azulado, viran hacia un singular tono marrón tostado que la identifica y diferencia en la distancia sobre los cerros y cunetas de nuestro paisaje.
Aunque esta capacidad de aletargarse también la adoptan otras gramíneas bien conocidas como el esparto, cuenta el cerrillo con otra ventaja evolutiva, es una planta C4. Este término hace referencia a una particularidad en su metabolismo fotosintético que le permite reducir la fotorespiración e incrementar la eficiencia fotosintética a temperaturas elevadas, permitiéndole un uso más eficiente del agua y por tanto haciéndola más competitiva.
Si la observamos durante su floración, entre mayo y noviembre, apreciaremos que no tiene grandes flores pues se trata de una planta anemófila, por eso muestra sus estambres muy desnudos, móviles y con alta producción de polen que consecuentemente puede provocar polinosis en las personas alérgicas. La flexibilidad de sus tallos y su altura, que en condiciones favorables pueden alcanzar el metro de altura, son características morfológicas dirigidas a facilitar el desprendimiento del polen con el viento y así su reproducción sexual. Estos tallos, en el levante ibérico, antiguamente, se emplearon formando haces para la construcción de colmenas, aunque esta práctica parece no haber llegado hasta Almería.
Foto: Cerrillo y albaidas © JBA
Foto: Cerrillo y albaidas © JBA
Esta capacidad de resistencia tiene un lado oscuro, pues deriva en un un comportamiento invasor si encuentra condiciones ambientales similares fuera de su zona de origen. Siendo nativa del Mediterráneo y zonas de África, en continentes como Australia y países de América del Sur está registrada como especie exótica invasora. Ocurre aquí a la inversa con algunas gramíneas ornamentales como el rabogato (Pennisetum setaceum), que podría tener al cerrillo como especie alternativa en proyectos de jardinería seca o de bajo mantenimiento; a su rusticidad se le suma su tolerancia a terrenos salinos, zonas con fuertes pendientes, con cascajos en superficie e incluso con presencia de metales pesados que acumula en su raíz. Admite la poda y la división de macollas para su propagación pudiendo ser utilizada para la formación de praderas bastante densas.
Ahora que sabemos algo más de esta planta, cuando nos desplacemos por el Parque podemos intentar diferenciarla de otras gramíneas, buscándola entre espartos y albaidas o en las cunetas y disfrutar del movimiento de su praderas balanceándose flexibles al unísono con el viento.
Jardín Botánico “El Albardinal”
Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible